Hablar en nuestro país sobre las lenguas indígenas es complejo y a veces complicado; si bien es imperativo valorizarlas, así como a sus hablantes, es muy fácil caer en la trampa del paternalismo (muchas veces un punto de vista tomado por individuos fuera de la comunidad), o por el contrario, tomar una posición purista y de rechazo a las lenguas dominantes (un fenómeno muy común entre ciertos miembros de la comunidad). Por esta razón, encontrar un tono adecuado y moderado es uno de los retos de los investigadores, tanto foráneos como indígenas. Otro tema muy similar en sus problemáticas y que implica aún más retos en su difusión al público en general, es el de la discapacidad: ¿Cómo hablar de la sordera sin tener una posición, común entre los oyentes, que considera a los sordos como personas minimizadas? Entonces, como se pueden imaginar, al considerar el caso de una lengua de señas indígena, todos estos asuntos se apilan, por lo tanto, hablar de sordera en un contexto indígena conlleva muchos obstáculos en cuanto a su difusión al público.
Empecé mis investigaciones sobre la lengua y cultura maya yucateca desde más de 20 años y sobre la Lengua de Señas Maya Yucateca (o LSMY) hace unos 12 años. Si bien soy francés, durante todo este periodo he tratado de integrarme lo más posible en las comunidades, esto con el objetivo de no ser tan foráneo y adquirir cierta intuición sobre cómo es vivir en un contexto maya. Por eso, durante mis estancias en campo, solamente uso la lengua maya o la LSMY.
Por mi trabajo, me toca dar conferencias, y cuando hablo de la LSMY, la pregunta que más me han hecho es: “¿Cómo podemos ayudar a los sordos?” Mi respuesta (al menos mentalmente) siempre es la misma: “¿Por qué crees que los sordos de esta comunidad necesitan tu ayuda?” O sea ¿no podemos considerar gente con capacidades diferentes en un pueblo indígena como felices y completos? Como antropólogo y lingüística, mi acercamiento a la LSMY es muy distinto y las preguntas que motivan mi trabajo son las siguientes: ¿qué riquezas tiene la cultura maya y cómo los sordos, quienes inventaron su propio idioma de señas, nos pueden enseñar algo sobre cuestiones lingüísticas y sociolingüísticas?
Porque los dos puntos de vista (del público en general y de la investigación) son muy distintos, por mucho tiempo traté de evitar esta confrontación. Sin embargo, a la hora de la difusión de la información en internet y en las redes sociales y de la emergencia (muy sana y tan atrasada durante mucho tiempo) de investigadores indígenas, es importante, creo, tratar de reconciliar estas dos formas de concebir a las lenguas indígenas y la discapacidad. Más generalmente, tratar de hacer dialogar la visión del público en general con la investigación científica.
En 2009, empecé a entrar en contacto con sordos en varias comunidades maya yucatecas con la idea de aprender su idioma, tratar de entender cómo surgió y posiblemente investigar esta nueva lengua, por supuesto si los mismos miembros me lo permitían. Por suerte fui aceptado en varias comunidades y (como siempre ha sido el caso con los mayas yucatecos) los encuentros se llevaron con mutual respeto y apertura. Por lo tanto, unos años después creamos, junto con mi colega la Mtra. Pool Balam, ella misma investigadora indígena, el Proyecto de documentación de la LSMY. En este momento, fui muy cauteloso en describir el proyecto como “de documentación e investigación”, restringiéndome a no tocar asuntos de difusión y menos de asistencia o ayuda.
A lo largo de los años y de la investigación, sin embargo, el asunto de la difusión y de la valorización de la LSMY en los medios ha estado más presente. En 2018, gracias al apoyo del INPI se publicó el libro “El habla de la mano”, que trata de explicar cómo es la vida de los sordos mayas, pero que no se incluya jerga de investigadores. Además, por ser en un formato escrito, se presenta el texto en español y maya yucateco. Se muestran fotos de gran calidad de los mismos sordos juntos con una breve historia de su vida. Este libro tiene como meta que los sordos, a través de un texto de un servidor, se presenten al mundo y, de forma más personal, fue un intento retribuir de forma humilde a los colaboradores que me apoyaron con su generosidad a lo largo de los años. Esta obra está disponible en línea: https://www.gob.mx/cms/uploads/attachment/file/438175/inpi-el_habla-de-la-mano-lengua-de-senas-maya-yucateca-movil.pdf
Nunca estamos libres de nuestro punto de vista y fui muy sorprendido del interés de un público que nunca había anticipado, el de la comunidad sorda de México y del mundo. En muchas de mis conferencias ha habido una afluencia muy importante de sordos que quieren saber sobre otras comunidades sordas. Para ellos es una fuente de interés y quieren saber cómo es ser sordo en otro contexto cultural. Estos intercambios con la comunidad de usuarios de la Lengua de Señas Mexicana han resultado para mi sumamente provechosos para tener otra perspectiva sobre cómo hablar de la sordera en comunidades indígenas.
Es importante subrayar que no considero ningún enfoque mejor que otro, sino que cada uno nace de varios intereses, historias de vida, formas de concebir el mundo. Para muchos oyentes, es decir las personas que se consideran como “normales”, la sordera es una discapacidad porque impide tener acceso a la información. Sin embargo, si bien es el caso en el mundo urbano, en gran parte basado sobre la educación formal, los sordos que viven en comunidades rurales y tradicionales no están (o más bien, no estaban) confrontados a este reto. Tal como fue el caso en la época medieval en Europa y en muchas culturas del mundo, los sordos que viven en comunidades rurales pueden acceder de igual forma a trabajos manuales sin casi ninguna restricción. En Chicán, por ejemplo, Adán es un maestro albañil y tiene oyentes que trabajan bajo sus órdenes. Es innegable que, para los sordos jóvenes, el acceso a la educación formal en la escuela es un desafío muy grande. La dificultad, y a veces la imposibilidad, de parte de los docentes comunicar con los sordos impone muchas limitaciones. La rareza de centros de enseñanza en lenguas de señas no permite a muchos sordos seguir estudiando y aportar otros tipos de conocimiento a la sociedad. Obviamente, estos retos rebasan mis calificaciones como investigador, pero es importante recalcar que ¡sí hace falta!
Antes de regresar a la pregunta de qué nos puede aportar, como sociedad, las lenguas de señas indígenas, en este caso la Lengua de Señas Maya Yucateca, quiero formular unas palabras de cautela. Es importante recordar que las culturas son sistemas culturales complejos que implican dimensiones sociales, éticas, lingüísticas, religiosas, ecológicas, etc. no son directamente comparables. Por ejemplo, cuando le contaba a mi mamá sobre cómo los mayas cuidan a sus niños, ella me decía: “entonces, nosotros lo hacemos mal y ellos lo hacen mejor!” Le contestaba que, pues no, lo hacen bien para formar a individuos socialmente competentes para vivir en su propia cultura. Sin embargo, a pesar de las diferencias culturales, ciertos conceptos sí se pueden exportar, sobre todo cuando las culturas están en contacto, tal como es el caso de los mayas y la(s) cultura(s) de México.
Una cosa que lleva a los mayas aceptar a niños y niñas “discapacitados/ discapacitadas” es la idea que no existe un estándar de normalidad. Y, justo contrario a una idea promocionada en las sociedades industrializadas que dice que deberíamos de ser todos y todas iguales, los mayas consideran que los seres humanos son únicos, que cada individuo es distinto, por lo tanto, no se puede esperar que un individuo sea “normal”. Justamente, a partir de este concepto de diversidad extrema surge la idea de tolerancia y aceptación. Este concepto, y el amor que los papás tienen a sus hijes (al igual que en todas las culturas) hace que, si un niño o una niña nace sin poder escuchar, pues se tiene que buscar formas de comunicar con él o ella. Eso ha llevado a los miembros de comunidades mayas a inventar un lenguaje de señas, usados por muchos para el beneficio de unos pocos. En mi opinión, este concepto no está tan ajeno y es algo que sí se podría promocionar para ser más tolerante e incluyente.
Otro aporte de la cultura maya (aun no siendo la única en el mundo), es la idea de que podemos ser multilingües sin perder por lo tanto nada de nuestra identidad. Para los mayas, los sordos más que personas que no escuchan, son individuos que usan otra lengua. En vez de desesperarse al ver nacer un niño sordo o una niña sorda, se dan el reto de aprender su lengua. En realidad, más que eso, van inventando una lengua con ellos! Tampoco no hay que imaginar que fue un arduo trabajo y que los familiares de los sordos se sentaron horas y horas en tratar de inventar una gramática y un léxico. Más bien, desde un lugar de amor y tolerancia, de forma orgánica inventaron poco a poco un sistema convencionalizado de comunicación. A quien le toca entender y describir de la mejor forma este sistema es al lingüista… Me ha tocado conocer a padres de sordos en la ciudad, muchas veces desesperados por la condición de sus hijos, y les cuento que, al contrario, tienen suerte porque existen escuelas y una lengua de señas ya establecida y que pueden aprender la LSM a través de cursos y sus niños pueden integrarse en la comunidad sorda. Imagínense que otras culturas como los mayas, pero también en Bali, en Israel, Brasil, Canadá, y varios otros lugares del mundo, los padres de sordos tuvieron que inventar su lengua. Una forma de acercarse a esta situación, es pensar no que son niños discapacitados, sino más bien individuos con otra riqueza, otra forma de conocer al mundo y que los padres tienen la oportunidad ahora de compartir esta percepción junto con ellos.
Como investigadores, nuestra meta y el objetivo de nuestro trabajo es describir el mundo según un marco teórico establecido, pero también es compartir estos conocimientos. Nuestro público privilegiado son otros investigadores, pero es importante, al mismo tiempo, compartir con gente no especialistas y sobre los no especialistas miembros de las comunidades. En el Proyecto de Documentación de la Lengua de Señas Maya Yucateca se integraron miembros de las comunidades, sordos y oyentes, todos señantes de la LSMY. Más que simples colaboradores, son pilares de la investigación, porque, en mi caso personal, a pesar de tener un doctorado, no sabía nada de su idioma y la colaboración de estos integrantes es lo que ha permitido poder avanzar en la descripción del idioma. En la actualidad, miembros de la comunidad, desde su propia iniciativa están ahora preocupados por describir y difundir su idioma y su cultura. Es el caso de Merli Collí Hau de Chicán, que tiene un proyecto de difusión de su cultura maya y de la LMSY. El proyecto se llama U Ye’esajil u T’aanil Chi’ikan “Muestras de la lengua de Chicán”. https://www.facebook.com/U-Yeesajil-u-Taanil-Chiikan-111365158275579/. Lo interesante y valioso de su iniciativa es que, por ser parte de la comunidad, tener un papá y varios familiares sordos con quien ha crecido, está ahora proponiendo una forma de difundir sus conocimientos desde su propia sensibilidad, historia e intereses. Este tipo de iniciativa que vemos más y más surgir en muchas culturas y comunidades indígenas, enriquece nuestra percepción del mundo y agrega más diversidad, lo cual es una fuerza para las culturas y el futuro de México.